Vivimos tiempos extraños y tiempos difíciles, podríamos decir
 que incluso caóticos. La ciencia, la religión, la economía, los 
valores, todo se ha convertido en una maraña. Los más pesimistas dicen 
que nos enredará hasta estrangularnos pero otros dicen que vivimos en 
tiempos que han traspasado la historia, que han pisado fuera de la línea
 y le ha gustado lo que había detrás. Los más optimistas lo ven como una
 época de posibilidades infinitas, una época en la que hemos alcanzado 
el mayor grado de libertad posible en nuestra cultura. El Espíritu 
Absoluto hegeliano ha llegado a su culminación, aunque claro está, no es
 la criatura que el filósofo esperaba tener. No es fuerte, no es 
definitiva, no es esencial Es todo lo contrario, es débil, temporal y 
maleable, es la celebración de la contingencia. Pero sobre todo, es 
plural.
Si bien el mundo histórico ha llegado a su fin, ya sea desde una u 
otra perspectiva (la pesimista o la optimista), lo que sí podemos decir 
es que el arte no se ha quedado atrás en este cambio. Danto se ha dado 
cuenta y quiere trasmitirnos la idea de este cambio. Y es que nos dice 
lo que ha supuesto pasar del modernismo al comúnmente nombrado 
posmodernismo en el mundo del arte, de igual forma que antes hubo unas 
transiciones claras en las que se pasaba por distintos momentos de esta 
historia que ha llegado ya a su fin.
Hay arte cuando hay una concepción no mágica de las obras. Las piezas
 dejan de ser adoradas por sus connotaciones religiosas y pasan a otro 
plano de adoración: el estético. Además el artista toma conciencia de 
que lo que hace es para agradar, para crear algo bello. Esto ocurre, por
 marcar un punto con Vasari y su Vida de los mejores arquitectos, 
pintores y escultores italianos en la que el arte toma conciencia como 
tal, no de sí mismo (esto será otra fase del arte) sino como algo 
diferente de lo que se hacía antes que era mera idolatría religiosa. En 
este cambio hemos sufrido el primer cambio de relato. Desde un arte no 
nato o un proto-arte ritual a un arte tal como lo puede entender un 
contemporáneo. Los siglos XV y XVI serían los testigos de su 
nacimientonota Lo que el americano quiere decirnos con esto no es que 
antes de Vasari no hubiera arte, lo que pretende es que entendamos que 
lo que se hacía no tenía la intención de ser arte aunque su resultado lo
 fuera (necio sería aquel que negara que las esculturas o edificios 
romanos no son obras de arte). Lo que cambia es la conciencia misma y la
 intención. Ahora el escultor no es un artesano de la piedra, es un 
artista que creó arte por el simple hecho de ser bello;el pintor crea 
cuadros para que sean admirados, para que complazcan al gusto. Y es que 
los grandes cambios a los que se refiere el autor del libro van más allá
 de un cambio en los métodos, es una trasformación de mentalidad 
colectiva. Del proto-arte adorativo pasamos a un arte mimético. Un arte que intenta imitar la realidad, representarla en todo su esplendor..
Con lo anterior hemos visto el primer paso, el segundo no sería otro que
 pasar de un único relato a varios relatos. En estos momentos el arte sí
 toma conciencia de sí mismo, se autorreferencia y empieza a preguntarse
 qué es el arte, qué define al arte y cómo es normal que ante una 
pregunta no exista una única respuesta; todo depende de a quién se 
pregunte. Estamos frente a otro cambio de gran relato, al paso del 
pre-modernismo o era de la mímesis al modernismo. De un relato fuerte 
nos encontramos ahora con muchos relatos que pretenden también ser 
fuertes. Es lo que Danto llama la era de los manifiestos Comienza a 
surgir distintas teorías de lo que es el arte, de lo que debe ocuparse 
el arte, de cómo debe ser, cuáles son sus objetivos, etc. Ya no hay un 
único arte, hay muchos y están en guerra unos con otros. Cada uno cree 
que el arte es lo que él dice y surgen multitud de discursos de 
legitimación. Además a parte de esta pluralidad de relatos fuertes hay 
algo que entra en juego que todavía no había entrado: la filosofía del 
arte. Para poder defender una postura debe hacerse dando un paso atrás, 
debe tomarse conciencia de uno mismo y dialogar. ¿Qué mejor forma que 
hacerlo filosóficamente? La filosofía entra con fuerza en el mundo del 
arte y se quedará no sólo como método o crítica sino como parte 
fundamental y constitutiva del propio arte, pero no adelantemos 
acontecimientos. De momento la filosofía es una herramienta. Además el 
artista toma conciencia de que lo que hace es para agradar, para crear 
algo bello. Esto ocurre, por marcar un punto con Vasari y su Vida de los mejores arquitectos, pintores y escultores italianos
 en la que el arte toma conciencia como tal, no de sí mismo (esto será 
otra fase del arte) sino como algo diferente de lo que se hacía antes 
que era mera idolatría religiosa. En este cambio hemos sufrido el primer
 cambio de relato. Desde un arte no nato o un proto-arte ritual a un 
arte tal como lo puede entender un contemporáneo
La frase de Hegel, extraída del libro aclara esta idea.
Ya hemos pasado por dos etapas, la era de la imitación y la de las 
ideologías (manifiestos) y nos queda la última, la etapa post-histórica.
 Aunque pudiera parecer que uno de estos manifiestos derrocaría al 
resto, ocurrió realmente lo contrario. Muchos desaparecen en la vorágine
 y en general todos pierden su fuerza absoluta como relato último y 
definitivo. Tras la tempestad llega la calma y esta calma es la del 
pluralismo. Cada uno de ellos ha tenido que aceptar lo que ahora es más 
evidente, tanto ellos mismos como el resto, todos, son arte. De hecho 
pasamos de un o yo o ninguno a un todo vale. Y es que a escena entra el 
arte-pop. Un arte que no es arte pero que viene a decirnos que todo 
puede ser arte y que cualquiera puede ser un artista. No hay que estar 
tocado por las musas para ser artista, sólo hay que tener la intención 
de ser artista, tener la intención de crear (y digo tener la intención 
porque no es preciso que la obra sea creada por el artista).
El autor nos pone en paralelo a un crítico del arte de pensamiento 
modernista en el sentido de concebir el arte como un desarrollo 
progresivo en el que cada época tiene su arte porque cada uno tiene su 
tiempo, su momento. No se puede concebir el arte cubista en el siglo V, 
por ejemplo, porque no se habían superado los estadios anteriores que 
hicieron que se pudiera concebir una pintura tal como el cubismo. Y 
Danto está de acuerdo con este autor, Greenberg en lo que dice hasta que llega el arte-pop. Su teoría progresivo-histórica del arte tiene sentido hasta que Andy Warhol
 pone pie en la escena y la pone patas arriba. Una caja de detergente se
 convierte en obra de arte y le dice al mundo que todo es susceptible de
 convertirse en artístico. Como es natural un crítico como Greenberg no sabía cómo colocar dentro de su discurso la obra de Warhol,
 la cual no tenía cabida porque no sólo rompía con un estilo, con un 
relato, sino que rompía con todos y al mismo tiempo los celebraba. Era 
un nuevo cambio de conciencia, era la muerte del arte, del arte 
histórico. No sólo lo hace en métodos, formas, materiales, soportes, 
etc. Supone un cambio tan radical que rompe con la propia pretensión de 
pureza del arte, rompe su esencialismo que aún permanecía presente en la
 época moderna. El arte se ha vuelto de todos y para todos y no es de 
nadie y para nadie. Por poner un ejemplo, la estética deja de ser una 
característica fundamental del arte. Ni siquiera tiene que ser bello, la
 belleza y el gusto también tienen su historia y como decimos, ya hemos 
salido de ella.
En cierto modo Danto da la razón a estos filósofos del progreso como Hegel o Greenberg, lo que no comparte es el fin que ellos esperaban en el arte. Podemos hacer similitudes con Hegel
 ya que si la realización del espíritu es la plena libertad del mundo 
autorrealizado que se conoce como un todo, es decir, el triunfo de la 
libertad absoluta, la etapa que el autor del libro nos cuenta puede ser 
esa realización del espíritu (del arte) en la que no puede haber más 
libertad de la que hay en estos momentos. Si todo vale, se es libre de 
hacer lo que se quiera (en el arte también). Aunque sabemos que la 
intención de Hegel era llegar a la esencia misma del mundo a través de 
la filosofía y del arte, no creo que su visión se refiriera a una 
pluraridad artística en la que seguro no existen las esencias. Del mismo
 modo que Greenberg no podía concebir que su línea de 
progreso fuese rota tan violentamente y no podía encasillar en su 
esquema los acontecimientos que ocurrieron a partir de los años sesenta.
 Esto se produce por el hecho de que el arte ya no puede definirse tan 
fácilmente. Si algo mundano se transfigura, se convierte en adorado como
 obra de arte, ¿cómo distinguimos lo que es arte de lo que no lo es? 
Aquí es donde el crítico resbalaba. No podía definirlo, era imposible 
para él con los cánones modernistas, no había traspasado la frontera 
porque esta se hace resistente a los cambios radicales como el ocurrido.
Como hemos adelantado al principio, es ahora cuando la filosofía del 
arte se vuelve no sólo herramienta, sino principio fundamental 
definitorio del arte. El arte es filosofía del arte. Es el discurso que 
lo legitima, la crítica que lo ataca, el espectáculo que genera, es 
cualquier cosa, menos la obra de arte, lo que sea menos el artista. Ya 
no hay auras en las obras, los museos se desacralizan y el arte se abre 
al mundo. Hay arte público, para el público y del público. El arte puede
 estar en cualquier parte, lo ha invadido todo, como virus o como 
vacuna. Se adora lo ordinario, ha ocurrido una verdadera transfiguración
 de lo banal. No hay caminos a seguir, no hay direcciones y por eso está
 en constante apertura. Es un caos, pero un caos libre. Si los museos 
eran los bastiones de cierta política, ahora han quedado traspasadas y 
liberadas del yugo ideológico y político. O por lo menos en principio…
En el momento en el que el arte se hace público y el público accede a
 la democracia, el arte se vuelve espectáculo. Los poderes políticos 
toman conciencia del verdadero poder del arte como vehículo de 
propaganda y aunque en un primer momento el todo vale es una 
emancipación de los manifiestos esencialistas del arte, este acaba por 
subordinarse a los valores de la masa carentes de meta-relatos.
 Los museos que representaban una muestra de los talentos de la época al
 público (normalmente reducido) ahora han tenido que ponerse al servicio
 del público porque será este el único que justifique al arte como tal. 
Serán los visitantes los que definan el arte. Muy atrás quedan los 
manifiestos, artistas acompañados de sus musas o obras de arte que 
trascienden el tiempo y se hacen eternas. Lo eterno ahora se traducirá a
 número de días en los que la obra está expuesta, en los recortes de 
prensa generados y en las cabeceras que hayan rellenado.
El arte ha quedado liberado pero entraña nuevos peligros que deberá 
afrontar, ya no hay un arte fuerte, nos encontramos con obras débiles 
aunque más espectaculares, más impactantes. Y es que ese es el objetivo 
del arte: impactarnos para atraernos. Danto diferencia 
el arte público, el de los museos, del arte del público, el arte del que
 el público participa en su elección y exposición. Es el público el que 
crea el museo al ser liberado el arte. Sin embargo, al hacer que el 
público acceda al arte, lo conquista y lo despoja de su aureola sagrada y
 exclusiva. Convierte lo cotidiano en arte y el arte se vuelve popular, 
convencional, escapa del anacrónico museo. Se termina por perder calidad
 en un sentido moderno o pre-moderno del arte pero sin embargo se 
trasforma en una poderosa arma de conocimiento, en una fuente inagotable
 de comunicación y generación de ideas.
Primero la intención como motor de arranque y luego la eficacia 
popular como signo de su éxito. El arte es de la masa y ahora debe 
hacerse para la masa. También tiene que darse cuenta de que el mundo 
cambia constantemente, es un sistema dinámico lleno de variables. El 
arte de hace un siglo no puede darse ahora, al igual que el de ahora no 
pudo darse en el siglo XVI. Una visión atemporal del arte, de creación 
para la posteridad, ha perdido su razón de ser. El autor piensa que una 
visión esencialista es intemporal y la misma historia nos demuestra que 
esta intemporalidad es errónea por los motivos anteriores. Para Danto,
 la única forma esencialista que puede tener el arte es su pluralidad. Y
 lo es en todos sus sentidos. Y es que el filósofo reconvertido a 
crítico del arte retoma las palabras del Manifiesto de Marx y cree 
realizada en el arte la utopía comunista. El arte es libre y ahora puede
 dedicarse a cualquier cosa y puede ser cualquier cosa, igual que el ser
 humano no alienado y despojado de las ataduras del capital. 
Naturalmente esto sirve sólo como metáfora. La liberación ha acabado por
 ser absorbida por otro yugo, el de la masa, para bien y para mal.
Para terminar debemos hacernos partícipes de ese final del arte, que 
implica una terminación del modernismo ya obsoleto y que responde a los 
acontecimientos inexplicables que se producían en la escena artística 
con su culminación en las representaciones que se muestran desde los 
años sesenta. Y es que para no morir de verdad, en el sentido de dejar 
de existir, se debe permanecer en continuo movimiento y reinventarse 
constantemente. En este nuevo mundo pop lo estático desaparece, no tiene
 tiempo a adaptarse a los cambios. Reciclarse o morir.
Reseña
Danto, A. Después del fin del arte: el arte contemporáneo y el linde de la historia. Paidós, Barcelona, 2001